(Susana Paredes Núñez,
1º Grado
Psicología.
Antigua alumna del centro).
Como todos sabemos, nos enojamos o
“enfadamos” cuando algo nos frustra. Es decir, son numerosos los
motivos que nos llevan al enojo,( desde los más leves hasta los más
intensos y amenazadores) pero siempre existe un factor común en toda
esta historia: una frustración.
Asegurar la consecución de nuestros
deseos u objetivos conlleva a una sobrecarga de energía. No
obstante, al no saber cómo canalizar adecuadamente esta fuente
energética, en lugar de contribuir a la resolución del conflicto a
menudo se convierte en un problema más.
(Imagen original de http://desmotivaciones.es/tag/enojo/24)
La cualidad más o menos destructiva de
este enojo dependerá, en gran medida, de las evaluaciones o
conclusiones que nuestra mente desarrolle con respecto al obstáculo.
Dicho con otras palabras, un insulto solo lo consideraré como
destructivo para mí si la evaluación que hace mi mente del insulto
es negativa. Si en mi mente no se produjese esta evaluación
negativa, el insulto no tendría la menor importancia en mi persona.
Pero el problema verdaderamente surge a
continuación, cuando extendemos este enojo destructivo al resto de
las situaciones en las que debemos enfrentarnos a un impedimento que
nos frustra. A partir de aquí, dichas personas que sufren este tipo
de enojo destructivo están encadenadas a una vida de continuo
resentimiento y enojo. Si pienso que la esencia de la vida es una
batalla continua en la que quien gana sobrevive y triunfa, y quien
pierde es extinguido, mi objetivo a toda costa será ganar y viviré
continuamente en un clima emocional de guerra infinita. Esto
conllevará en un futuro no muy lejano a la desaparición de nuestras
posibilidades de entusiasmo y alegría.
Es por ello, por lo que debemos buscar
la fórmula más adecuada para resolver el problema que produjo el
enojo. Y como solución a esto se plantea la autoafirmación. La
autoafirmación no es más que saber cómo expresar un desacuerdo sin
agraviar, con claridad, firmeza y respeto. Este sería el enojo que
resuelve, a diferencia del enojo que destruye cuya base se encuentra
en aquellos que todavía no han aprendido a autoafirmarse bien, por
lo que la descarga de energía se produce a través del insulto y el
escándalo.
Está en nuestra mano el intento de
desarrollar diariamente la capacidad de autoafirmación y así poder
conseguir una vida plena, en la que nuestro enojo o enfado no se
convierta en destructivo sino en todo lo contrario, en un hecho
resolutivo.
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